- Título: Aladdín
- Dirección: Guy Ritchie
- Guion: John August, Guy Ritchie (Remake: Ron Clements, Ted Elliott, John Musker, Terry Rossio)
- Fotografía: Alan Stewart
- Música: Alan Menken
- Elenco: Mena Massoud, Naomi Scott, Will Smith, Chico Kenzari, Billy Magnussen, Nasim Pedrad, Numan Acar, Navid Negahban, Amir Boutrous, Jordan A. Nash, Taliyah Blair, Aubrey Lin, Omari Bernard, Buckso Dhillon-Woolley, Maya Saroya, Amer Chadha-Patel, Stefan Kalipha, Nina Wadia, Amed Hashimi, Frank Welker
- Género: Fantasía
- Distribuidora: Walt Disney Studios
- País: Estados Unidos
- Duración: 128 min.
- Fecha de estreno: 24 de Mayo de 2019
Aladdín (Guy Ritchie, 2019) generó una expectativa que tiraba a lo negativo cuando se dieron a conocer las primeras imágenes de ella. Esto debido a que la forma en que Will Smith, actor encargado de llenar los zapatos dejados por Robin Williams en la versión animada de 1992, lucía tras el proceso de efectos visuales que buscaban presentarlo como el nuevo genio del filme.
Sin embargo, lo visto en pantallas hace que la mayoría de los temores queden disipados, aunque no por ello deja de mostrar detalles que hacen mella a la calidad del producto final. Uno de estos detalles es el peso del nombre del director, Guy Ritchie, siendo así que esta cinta es “la-menos-Guy-Ritchie”, ya que el estilo ágil del británico luce por su poca presencia.
Se puede especular si esto se debe a las restricciones que el estudio le pudo haber puesto, o si es un repliegue de fuerzas después del mal recibimiento de su obra previa, King Arthur: Legend of the sword, o si es una contención en pos de dar mayor espacio al regodeo visual de los escenarios virtuales en los cuales se desarrolla la aventura. O todas las anteriores. Poco importa. Lo que importa es que la falta de su estilo personal se nota y puede ser un factor de decepción para aquellos que busquen darle una oportunidad a esta versión a raíz de ver su apellido en los créditos.
En cuanto al papel desarrollado por Will Smith, cumple las expectativas. Sin llegar a optar por imitar a Robin Williams, quien dejó la vara alta al iniciar el boom de star-power como recurso para atraer espectadores durante la etapa del renacimiento animado de Disney, Smith crea un genio propio más cercano a su estilo de comedia colaborativa (las escenas al lado de Aladdin funcionan por ello) y con gran apoyo en su faceta musical, que permite evitar una comparación que podría ser dañina tanto para él como para película. No obstante, cabe reconocer que su mejor trabajo se da cuando le despojan de las capas y texturas digitales y actúa con su propia piel.
Ese fallo con el CGI es notable no sólo en la caracterización de Smith sino también en los escenarios, los cuales por momento se sienten tan falsos y acartonados que pueden sacar a parte de la audiencia del ritmo y la verosimilitud, con lo cual se pierde poder narrativo.
Otro problema son los agregados a la historia, los cuales se entienden y a la vez desconciertan, sobre todo en la historia del Genio. Es cierto, por un lado, que la historia de Jasmine (Naomi Scott) se ve necesitada de potenciar su faceta voluntariosa e independiente para estar actualizada a las necesidades discursivas de hoy en día aunque, por otro lado, lo agregado al Genio quita espacio para desarrollar con mayor potencia y precisión a Jasmine, a la vez que se siente innecesario toda vez que la búsqueda de libertad del mismo conserva su poder y vigencia en unos tiempos donde la búsqueda de espacios de igualdad e independencia son parte de casi cualquier agenda de vanguardia. Y ese casi es lo que demuestra el poder de su narración inicial.
Pero, a pesar de todas las objeciones técnicas y temáticas, la cinta cumple con la labor de herramienta confeccionada desde la nostalgia para entretener. Este éxito se debe a que, una vez más, Disney muestra su capacidad para fagocitar incorporar elementos de vanguardia que reactualicen sus viejas fórmulas sin desecharlas en el proceso. Un ejemplo de esto es la música de Alan Menken, titular de las partituras desde la versión original hasta esta, pasando por la adaptación a musical para Broadway del 2011.
Para esta ocasión, Menken no sólo aporta en la creación de nuevos temas (sobre todo para los nuevos momentos de Jasmine) sino que también actualiza los temas originales, refrescando su registro melódico e instrumental para darle una nueva vida, la cual permite explotar la vena musical de Smith a la vez que genera un discurso musical (más propio de obras actuales de Broadway, como el musical Hamilton (2015) de Lin-Manuel Miranda) que reparte motivos para sus personajes, tanto el Genio y Jasmine como para Jafar (Marwan Kenzari) y el propio Alddin (Mena Massoud). Así, se comparten instrumentos y rasgos musicales entre los personajes, lo cual ayuda a entender como sus partes se hallan entretejidas tanto en la configuración de la ciudad de Agrabah como en la historia en general.
Asimismo, el regodeo visual funciona en los momentos musicales, sobre todo cuando estos presentan y se construyen a partir de la presencia del Genio, quien aporta las piezas más vibrantes y dinámicas, fruto de la actualización y mezcla de ese jazz sabrosón de vientos metales que lo ha caracterizado con elementos del hip-hop pop propio de Smith.
Es así como Aladdin termina por ser, a pesar de los reparos técnicos expuestos, un entretenimiento bien logrado, que ofrece un gran espectáculo que no decepcionará del todo ni a los fans ni tampoco a aquellos que, por las razones que sean, se vean en la obligación/necesidad de acudir a esta nueva versión cargada de giros y vistosidad de feria infantil. De las buenas, por supuesto.
Trailer: